Monday, December 27, 2021

Testimonio

 Un disparo de sombra




testimonio envíado por André Piaf. ilustración : Jim Pluk 

Una noche algunos años atrás, continuando con mi pasión y futura profesión: acostarme tarde en la noche, había acabado de ver lo que usualmente veía en Cartoon Network luego de las 11 de la noche, escapándome de mis padres con el ir a dormir para madrugar al colegio, decidí esa noche quedarme viendo televisión por que estaba interesante, y antes de pasar a la cama, decidí pasar por la cocina para llevarme un bocado de algo que hubiera, cuando de pronto escuché un ruido que venía del final del pasillo, decidí no darle atención, hasta que nuevamente volvió a sonar. Era algo entre un crackeo de algo que se quiebra, y una silla de metal sonando en el techo de tu apartamento, sonaba algo lejano, así que decidí ir a dormir ya no sin antes asomarme a ver de donde provenía el ruido.

Di un mordisco al sándwich que me había preparado, y comencé a apagar las luces, ya para cambiar de espacio. Atravesé el pasillo aquel que tenía el espejo con aquellas escalofriantes bailarinas egipcias que se miraban fijamente, espejo por el cual podía ver reflejado algo del estudio, que era de donde al parecer provenía dicho crujir extraño y metálico que llevaba sonando ya por lo menos unas cuatro veces. Asomé la cabeza primero antes de darle paso al cuerpo, y ante mi, ante mis ojos, sin percatarse de mi presencia, o simplemente ignorando que yo existía allí, una sombra alta, altísima, escalofriantemente delgada y con una especie de cabeza puntiaguda y larga que me recordaba como a la de algún lobo dibujado por Tim Burton. Parada allí, desafiante en el estudio de mi casa, con la mirada ardiendo en llamas y frente a ella, en la silla que yo usaba todos los días para estudiar frente al computador, donde sentada encima, una mujer mayor, tendría unos 60 años o quizás un poco más, llevaba puesto un vestido morado y en su cuello, muñecas, dedos y orejas, una cantidad de joyas enorme. Estaba allí frente a la sombra, ella, atada de manos y pies a la silla, sin hacer ruido alguno, sin moverse, sin reaccionar de ninguna forma, solo allí, sentada en un trance maldito como si fuera una especie de maniquí, mirando perdidamente al horizonte de su existencia.

Todo parecía suceder muy lentamente, como si quien quería mostrarme lo que querían que yo presenciara, esperaba que quedara guardado en mi memoria para siempre, y así fue. Ante mis ojos incrédulos, la sombra sacó de su oscuridad, una de sus escuálidas manos, con dedos largos y negros, en cuyo haber se encontraba una pistola de un calibre que desconozco, un arma de por lo menos a ojo tendría unos 20 centímetros, y la empuñó sobre la frente de esta mujer. Ella allí, impávida, hipnotizada por una fuerza que aún desconozco, no reaccionaba. La sombra en ese mismo momento estaba hablando en lenguas que nunca antes había escuchado y que por ende me era imposible de comprender, rezó sus plegarias fantasmagóricas y le disparó, regando por la pared el rojo de los sesos que se repartían por doquier en la habitación, el disparo fue tan fuerte que su cuerpo fue empujado hacia atrás hasta quedar en el suelo del estudio que yo conocía, y la sangre de su cuerpo saliera por el orificio que daba entre su frente y su tronco encefálico, y manchara con su carmesí el piso de dicha habitación.

Mi pánico era tal que estaba igualmente hipnotizado por el terror de ver lo que sucedía ante mi presencia, justo entonces sentí, al ver esta sombra luego de ejecutar a aquella inocente señora y mientras buscaba quién sabe qué más en esta habitación, que era momento de correr y encerrarme en mi cuarto y tratar de olvidar todo lo que había visto mientras lloraba del horror hasta finalmente caer dormido.

La sorpresa mayor vino al otro día, cuando ya era hora de ir al colegio y el sol ya había comenzado a iluminar mi apartamento, que volví la mirada nuevamente y con pánico absoluto, hacia el estudio donde había presenciado al vergudo y su víctima, para darme cuenta que la silla donde estuvo antes amarrada ella, seguía tendida allí en el suelo, en la misma posición donde todo quedó antes de yo haber huido. Me acerqué al estudio y prendí la luz, y todo estaba allí como antes, en su mismo lugar, limpio y sin una sola gota de sangre por ningún lugar, solo la silla allí tumbada, y en el suelo, cerca de donde había sucedido todo, un casquillo de bala que aún conservo entre mis cosas.