Testimonio por Jim Pluk.
Desde los 14 años he tenido experiencias que, hasta mis 41 años, aún no les
tengo explicación, pero digamos que las podríamos encasillarlas en el ámbito de
lo paranormal ( Pueden ver algunas de mis experiencias en el link de Testimonios).
Después de haber acumulado varias situaciones personales en mi adolescencia como
avistamientos de gente sombra, un ángel y hasta un ovni, decido contarle a mis
padres de estas vivencias. Ellos deciden
llevarme a una psicóloga a ver si todo está en orden y efectivamente, todo está
en orden. La doctora solo recomienda hacer meditación…¿Para qué?, Nunca supe. Creo
que simplemente estos eventos pueden pasar a personas muy puntuales, como si fuéramos
seleccionados a dedo para que tengamos estos episodios que nos marcan de por
vida.
Mis padres siempre escuchaban con atención a mis historias y eventos, pero no
decían nada.
Mi madre, 20 años después, abrió su mente y aceptó el hecho de que estos
fenómenos le suceden a muchas personas. Ella cree que tal vez yo puedo ser un
niño Índigo. Pero quien sabe.
Mi padre siempre estuvo callado con el tema y no opinaba al respecto. Pero 2
años antes de que el muriera aproximadamente, en el 2021, recuerdo que un
domingo fuimos con él y mi esposa Aura a comer Lechona en el restaurante Don
Lucho del barrio Sotomayor en Bucaramanga.
Allí, en medio de conversaciones, salió el tema de lo paranormal y él escuchaba
atento y es cuando el decide sincerarse ante nosotros 2. Nos cuenta que tuvo 3
experiencias en su vida que no sabe como explicar a nivel racional y que nunca
le había contado al respecto a ninguno de sus hijos.
El primer
episodio fue en Medellín. El fue profesor de la Universidad de Antioquia. Recuerdo
que nos contaba que un día hubo
manifestaciones de estudiantes contra la policía y en este enfrentamiento, lastimosamente
un estudiante perdió la vida. Otros compañeros del difunto ubicaron el cadáver
encima de una banca (este detalle no lo recuerdo bien). Mi padre vio toda la
escena a lo lejos desde el edificio de su facultad, frente a su oficina en un
2do o 3er piso.
Recuerdo haber visitado cuando pequeño su oficina y haberme fijado en los
agujeros de disparos que se destacaban en la fachada del edificio de su
facultad.
Después del incidente del estudiante, mi padre estaba recostado en el barandal
frente a su oficina. No había casi nadie, la universidad se sentía desierta por
los enfrentamientos, nos contaba. De repente, sintió un golpe muy fuerte por el
costado de la cabeza, golpe que lo mandó a volar 2 metros al piso. Totalmente
perdido y confundido, recogió sus gafas y miró a su alrededor, no había
absolutamente nadie. Se reincorporó en el barandal, mirando para todo lado y de
repente, otro golpe, que lo volvió a mandar al piso con la misma fuerza. Según
nos comentaba, era como si una gran almohada lo golpeara con muchísima fuerza.
Era un golpe “blando”. Y Si no me equivoco, alcanzó a recibir 3 golpes con la
misma intensidad. Después de eso, se fue de ahí. “Ni tan huevón que fuera. ¿otro manazo? No, gracias”. Nos contaba entre risas esta historia que le dejó
con muchas preguntas allá en Medellín.
A mi papá le gustaba la cerveza y bastante. En otra ocasión estaba con sus
amigos en una tienda tomando y el se fue al baño a orinar. Nos contaba que
cuando estaba en el urinal, recibió en la espalda 2 golpes como palmadas.
Cuando volteó, no había nadie en el baño. Fue a donde sus amigos, les comentó
lo sucedido y dijeron que ninguno de ellos había sido y que únicamente estaba
él en el baño. Esta fue la segunda experiencia. Nunca supo quien había golpeado
su espalda. ¿Tal vez un borrachín chistosito? Quién sabe.
La última situación con la cual se sinceró mi papá fue una vez que fue a visitar
a su difunto padre en el Osario de la Iglesia San Pedro en Bucaramanga. Es un
lugar un poco estrecho a modo de corredor muy solitario. Si no me equivoco, fue
de día la visita y se suponía que debería haber algo de luz, pero decía mi padre
que el lugar se encontraba un poco oscuro. Entró a buscar la tumba de mi abuelo,
pero comentaba que empezó a ver un tipo de luz extraña en el lugar. Era como un
“laser” de luz blanca que flotaba en frente de las pequeñas tumbas, parpadeaba
y se quedaba en el mismo punto. No era problema de luz eléctrica decía el, porque
los bombillos no parpadeaban. Así que, como en el primer encuentro, salió
corriendo de allí, cagado del susto como cualquier mortal lo haría.
Nunca pensé que mi papá hubiera tenido este tipo de experiencias debido a su gran
silencio respecto a estos temas la gran parte de mi vida, pero de cierto modo
me alegró haberlas escuchado directamente de su boca. Así, con una buena
lechona como acompañante.