Monday, December 27, 2021

Los espíritus de la Selva

 MITÚ Y LOS ESPÍRITUS DE LA SELVA



testimonio y texto envíado por Christian . Ilustración por Jim Pluk

La región del Vaupés  es tan enigmática como inhóspita, dos conceptos que por lo general van de la mano. Aunque no está exenta de la aplastante garra de aquel amado ente que llaman ‘globalización’, la ciudad de Mitú, la capital del Vaupés en Colombia, está ubicada en la mitad de una selva prácticamente inexplorada por colonizadores (Así llaman los indígenas a cualquier foráneo). En el año 2014 estaba desarrollando mi proyecto de grado en artes audiovisuales, con énfasis en documental, me cayó de perlas que una parte de mi familia paterna, de origen Santandereano, hubiera emigrado hacia la selva del Vaupés en los 80’s, por ende, mi abuelo y mi tío vivían en Mitú, y facilitaron mi llegada hacia el Vaupés. La primera vez que fui a Mitú, me encontré con un panorama desolador, la cultura indígena prácticamente había desaparecido, así que decidí enfocar mi documental en eso, en cómo algo tan valioso como la cultura había desaparecido. Así que aproveché el hecho de que la esposa de mi tío fuera indígena (cubea) y además antropóloga para buscar un poco de asesoría. Fue así como de vuelta en Bogotá, hablé con ella una tarde, cuando de repente la llamaron y tuvo que salir urgente, se veía muy agitada, aun así, todo normal hasta ese momento; Me dejó con su hijo, que era un bebé, y pidió un taxi hacia el aeropuerto. Siendo las 2am más o menos, ella volvió, se me hizo muy extraño todo así que le pregunté qué había pasado, aunque titubeó un poco me comenzó a contar que la habían llamado del ejército en Mitú para que identificara un indígena que había atacado a un pelotón de soldados, y había asesinado a uno. De inmediato me sorprendió, ya que ese tipo de situaciones solían darse entre guerrilleros y soldados, no entre un indígena y varios uniformados; así que le pregunté que cómo había llegado a pasar tal encuentro, y me explicó que no era un indígena, que era otra cosa, fue entonces cuando me mostró una foto de celular. Nunca había visto algo así, o bueno, tal vez si en algún cómic o dibujo animado, en la foto, que no tenía la mejor definición, ya que ella tenía un blackberry, se veía un hombre de muy baja estatura de rasgos indígenas, un metro – veinte por mucho, con piel color rojo intenso, orejas respingadas y delgadas (Como las de un elfo), cabello liso y largo, vestido solo con una especie de túnica o poncho, ojos demasiado particulares: rasgados como de indígena y totalmente blancos, pero  específicamente sus pupilas, ya que eran muy pequeñas, como dos puntos, pero particularmente llamaban la atención sus manos ya que sus dedos, o uñas, eran excesivamente largos y negros. Sus dientes eran proporcionales a su tamaño, pero a diferencia de los nuestros, todos eran puntiagudos, como unos colmillos pero no tan afilados. Para finalizar la descripción física, tenían Nariz chata, también similar a la de los indígenas locales. Estupefacto, le pregunté a la esposa de mi tío que qué era eso, a lo que ella me respondió ‘Un espíritu de la selva’, en ese momento, debido a la impresión le empecé a preguntar muchas cosas: Qué sí me podía pasar la foto, a lo cual me respondió que no, ya que era de suma confidencialidad; que qué habían hecho con el cuerpo de dicho ser, a lo que ella me respondió que se lo habían llevado en un avión Hércules; que qué había hecho, le pregunté también, y me contó que los soldados del ejército lo habían divisado en unos matorrales, así que le dispararon de inmediato, pero de alguna manera aquel ser vivo electrocutó a uno de los soldados (asesinándolo, dejando su rostro completamente derretido). Los disparos se intensificaron, asesinando al espécimen. La noté algo agobiada y cansada con las preguntas, así que la dejé en paz. Al día siguiente le pregunté a la señora que hacía oficio en el apartamento de la esposa de mi tío sobre ‘El espíritu de la selva’. La señora, ya de unos 60 años (indígena túcana) me explicó con mucha tranquilidad que los espíritus de la selva son los encargados de controlar el clima, las tormentas o los días de sol, y de guiar o extraviar a los que se atrevían a adentrarse en la selva. También me contó más sobre la cosmología indígena, y de cómo el ambiente y el ecosistema en la selva se ha visto perjudicado por la poca existencia de taitas o guías espirituales (chamanes). También me contó sobre un lugar en la selva, una especie de ciudadela de piedra, en la cual se conservaba el corazón de las más de 59 etnias indígenas que habitan el departamento del Vaupés, pero sobre esto último no indagué demasiado. Dicha situación no se salía de mi cabeza, así que decidí ese fin de semana devolverme a Mitú. Cuando llegué llovía intensamente, y siguió así durante más de dos semanas, lo cual es muy poco usual, y a pesar de que indagaba, ningún habitante del pueblo me respondía sobre ese evento en específico. Eso sí, ninguno ponía en duda la existencia de El espíritu de la selva. Siempre fui una persona muy escéptica, pero este y otros eventos que me sucedieron en la selva del Vaupés abrieron mis ojos, y me hicieron dar cuenta de hasta dónde llega el ego del ser humano, ¿Por qué ocultar y satanizar algo, o alguien, que hace parte de nuestro entorno? ¿Por qué no nos molestamos en entender y no en temer?